El cerebro supremo de marte by Edgar Rice Burroughs

El cerebro supremo de marte by Edgar Rice Burroughs

autor:Edgar Rice Burroughs [Burroughs, Edgar Rice]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: SF
publicado: 2011-01-19T23:00:00+00:00


CAPÍTULO IX

El Palacio de Mu Tel

Cuando el calot entró en el nicho, experimenté todas las reacciones que debe sentir un ratón acorralado, y me dispuse a vender cara mi vida. La bestia se hallaba ya casi sobre mí, y empece a jurar y maldecir por no haberme quedado en el exterior donde, al menos, había árboles altos a los que trepar, cuando, de pronto el obstáculo que me inmovilizaba cedio el sitio a una mano que salió de la obscuridad, empuñó mis correajes y me levantó con suavidad arrastrándome hacia atrás. Se cerró de golpe una puerta, y la silueta del calot, recortándose en la luz de la luna a la entrada del nicho, desapareció de mi vista. Una voz malhumorada resonó en mi oído: ¡Ven conmigo!; una mano se apoderó de la mía, y me vi conducido en absoluta obscuridad a través de lo que me pareció un corredor estrecho, a juzgar por los choques frecuentes contra el lado derecho y el izquierdo.

En suave pendiente, el corredor tenía bruscas revueltas, y empecé a distinguir, por delante de mi guía, una claridad confusa, que aumento gradualmente hasta que nos encontramos en el umbral de una cámara brillantemente iluminada, una habitación magnífica, suntuosamente amueblada y decorada, para cuya descripción apenas sirven los pobres vocablos de mi idioma. Oro, marfil, piedras preciosas, maderas maravillosas, pieles espléndidas, arquitecturas sorprendentes; todo esto se combinaba para deslumbrarme, como un cuadro que jamás hubiera pensado soñar. En el centro de aquella cámara, rodeados por un grupo de marcianos, se hallaban mis tres compañeros.

Mi guía me condujo hasta ellos, y se detuvo ante un barsoormiano alto que resplandecía de joyas incrustadas en sus correajes. Todos los presentes se volvieron hacia nosotros.

–Príncipe, un tal más y hubiera sido demasiado tarde. Al abrir la puerta para salir en busca de él, como ordenaste, le encontré casi en las garras de uno de los calots.

- Bien -contestó el llamado príncipe.

Y luego, volviéndose a Gor Hajus:

–Amigo mío -preguntó-, ¿es éste el hombre de quien me hablabas?

–Este es Vad Varo, que pretende haber nacido en el planeta Jasoom -contestó Gor Hajus-. Vad Varo, estás en presencia de Mu Tel, príncipe de la casa de Kan.

Me incliné a tiempo que el príncipe se adelantaba y me ponía la mano derecha sobre mi hombro izquierdo, según la costumbre de las presentaciones barsoomianas; para terminar la ceremonia yo hice lo mismo. ¡Qué diferencia de los estúpidos “Encantado de conocerle”, “¿Cómo está usted?” y “Tengo mucho gusto”!

Ante el requerimiento de Mu Tel, referí brevemente lo ocurrido desde que me encontré separado de mis compañeros hasta que uno de los oficiales de palacio me salvó de una muerte segura. Mu Tel dio las órdenes necesarias para que, antes del alba, quedaran borrados todos los rastros del policía muerto, a fin de no exacerbar las sospechas de su tío Vobis Kan, Jeddak de Toonol, que cada vez estaba más celoso de la creciente popularidad de su sobrino y temía que abrigara la aspiración de arrebatarle el trono.

Pasada ya



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